"ESCLAVITUD, PENSAMIENTO, LIBERTAD"
Cuento: "Esclavitud, Pensamiento, Libertad.
Escritor: Jairo Ramírez.
December, 2018
Sé que la pregunta llegará más temprano que tarde; porque no se puede evitar el deseo de saber, la curiosidad desesperante que produce una espera lenta la cual se arrastra sin parar hasta llegar al punto exacto; donde el sol se dibuja en una noche turbia, donde las tierras sueltan sin recato una lluvia precipitada y caen para ser amortiguadas por las nubes sedientas.
Resulta difícil moverse durante el día, los rostros difusos pueden confundirse con cabras y caballos, las piernas parecen por instantes tener piel de serpiente; los brazos no, los brazos siempre se los imagina uno como alas, como palos de billar, o como cascadas sinuosas que desembocan en balnearios diáfanos.
De noche todo es más claro, aunque por momentos quisiese uno que fuese de día, quizás para volver a dormir, para mirar las estrellas, para salir y respirar el frío, o qué sé yo; para convencernos de que existe un estado al cual podemos recurrir y sabernos más libres, sin esas labores nocturnas del trabajo, siempre esperando las 5, las 6; para resucitar, para sabernos fuera del alcance de todo yugo.
El hoy para mí es un tiempo al cual le tengo mucho aprecio, recurro a él para recordar que tiene una concatenación vehemente con mi pasado. En el hoy se encuentran esas memorias lejanas a las que vuelvo como un reloj obediente que recorre una y otra vez ese círculo de la muerte, no puedo sino recordar mi hoy, ese hoy que nunca volverá; pero si fuera como el pasado, si pudiera yo escribir esto en el hoy en vez del ayer,
si pudiera yo eliminar el presente y me quedase solamente en el pasado, que maravilla sería. ¿Pero acaso no es así? ¿Acaso no vivo yo en un pasado eterno, en un círculo de la muerte que comanda el orden desordenado, que me dicta las reglas, que me lanza de cabeza contra el propio pasado, convirtiéndolo en arenas movedizas, en las que me hundo sin presente?
Sí, lo sé, sé que la pregunta llegará más temprano que tarde; pero ahora que llega el invierno con sus brisas cálidas, con la poca ropa, con los viajes al río, con las mini faldas que piden ser levantadas; pero cuidado; porque las mujeres se las ponen con nombre, me explico: Ellas ya tienen predestinado al muchacho que las va a levantar, entonces es inútil el hacerse ilusiones, el pensar que puede uno acudir a esa llamada que ya tiene dueño; por lo que a algunos sólo nos queda admirarlas desde lejos, y ver como llega el muchacho predestinado, podríamos llamarle "El Elegido"; porque ellas eligen señores, las mujeres siempre eligen; y uno por acá pensando que no, que la mujer de aquella pareja que ayer veo sentados en el parque, brindándole él un helado en este caluroso invierno, fue elegida por él; iluso, iluso el que piense que es así; y ella con una mirada me lo confirma, me dice que ella ha elegido y que cuando quiera puede deselegir, cuando quiera, puede ponerse una minifalda y elegir al no elegido.
Yo me distraigo bastante, inmerso en yo mismo, es por eso que vine al parque, para refrescar un poco el cerebro y mirar las cosas de otra manera; quizá pensando en que algo que no sé que es pueda llegar, uno siempre espera, enganchado, varado en ese pasado continuo que nos restriega la cara. Pero desde aquí por lo menos observo, y qué suerte que es de noche, así puedo ver bien los rostros, de día es un problema pero ya hablamos de eso, hablo de eso quiero decir; ¿ven? Ahí está la prueba mi distracción, es inevitable, mi mente parece por momentos volar y aterrizar en pantanos lejanos que nada tienen que ver con éste parque, o quizás sí, quizás tenga todo que ver, quizás todo tenga que ver con todo; yo lo creo así, he llegado a la conclusión de que todo está conectado, de que la mujer que me miró ya sabía que me iba a mirar; de que aunque el martes llegue después del viernes y el jueves después del sábado, uno siempre sabe lo que sigue, todo se conecta, ¿cómo no se me ocurrió antes?, antes de salir, antes de mirarla, antes del grito lejano de la señora.
La pregunta llegará, sé que ya llegó, como de igual forma ha de llegar otra referente a los meses; pero cómo iba yo a saber que en el mes de Orene se produciría tal acontecimiento, justo a final de mes, a tan sólo 5 días para que entrara el mes de Ozram; cómo se me iba a ocurrir que él no encajaba, que no entraba en el círculo de la muerte como todos nosotros; sino que lo alteraba, lo hacía detenerse y al mismo tiempo lo disparada hacia el presente, pero aquí en el pasado, casi todo le era nuevo, le costaba comunicarse y entender muchas de las palabras más comunes, muchas de las costumbres nuestras.
Ahora la mujer que eligió se ha quedado sola, me mira como si me conociese, total, me ha mirado desde que se sentó cruzando las piernas de una manera en que un pequeño espacio de tiempo se frizaba, y me mostraba lo que ella quería que yo viese, lo que ella ya había planificado desde 20 metros antes de sentarse en ese banco; no me cabe duda fue su idea, que el señor que la acompaña es simplemente una elección hecha por ella, que en realidad no representa mucho, más que sólo el carro que parqueó en la esquina, y los billetes con que paga los helados. Pero sí, su sonrisa me invita a que me pare y me siente a su lado antes de que llegue el marido. Ahora efectúa ella de nuevo el cruce de piernas, frisando por un período más prolongado ese momento exacto, asegurándose de que mis ojos agarren el mensaje que ella elige, que ella ya ha utilizado anteriormente; pues lo hace con tanta facilidad, soltura, como si fuese una rutina nocturna. Pero yo no me muevo, inclusive me arraigo a un más a este banco, la sola idea de que él no encaja no me deja actuar (porque quisiera, quisiera sentarme a su lado y saciar éste deseo que ella eligió) no me deja tan siquiera disfrutar de la luz del sol en esta noche tan cálida que el invierno ha decidido brindarnos, en el mes de Oiluj, un Seveuj como cualquier otro; lo que me recuerda que ayer es Ognimod y tengo que trabajar tarde.
El día está cayendo, y a pesar de eso la pregunta continúa rondando, ya puesta en marco de cristal, inservible como los pergaminos que se cuelgan de las paredes, principalmente los que otorgan las universidades. Pero de todas maneras, ha surgido, y puedo imaginarme por qué, puedo incluso entender que muchas veces ni yo me entiendo; ¿pero y sí lo que quiero decir es eso? Si lo que quiero decir se añade a una nada no conocida por nosotros; entonces sí nos entendemos, porque si lo que yo quiero decir se vuelve humo, es porque a mí también se me escapa, por eso vine al parque; porque a pesar de que lo ocurrido sucedió hace meses, yo no había tenido el tiempo para pensar y ordenar las conclusiones. Ahora se ponen de pie, el señor se ha despedido y se dirige a su auto, ella gira la cara hacia mí, hacia su izquierda que es mi derecha, y la veo caminar, paso a paso la miro, frizando, siempre frizando el momento exacto para que a mí no se me pierda ni por un instante el motivo, la razón por la cual acude hacia mí. El señor debe de esperarla; entonces brilló el anillo en el anular izquierdo, resplandeció como mandando una señal, que me trasladaba hacia él, que me recordó por qué vine, y me colocó justo ahí en el momento que por primera vez lo vi, cuando habló, cuando sin ni más ni menos, dijo que ésta vida era una mierda.
Nunca le pregunté de dónde había venido, supongo que de algún otro planeta o alguna tribu; porque su forma de hablar lo delataba, el no poder entendernos, la confusión con algunos tiempos gramaticales y los meses, los meses eran algo que lo ponían de vuelta y media; por más que yo le decía que el primer mes del año era Orene, y que sólo teníamos 6 meses en un año, él se empecinaba en decirme que el primer año era Enero y que los meses son 12. Lo mismo con el pasado y el presente. Él decía que existe el Futuro, y yo le aseguraba que no, que lo único que siempre ha existido es el pasado y el presente; donde el pasado es el ahora y el presente es el ayer. Tuvimos interminables disputas sobre todo esto, pero al final él terminó enseñándome a mirar las cosas de otro modo, a pensar por mí mismo; en poco tiempo ya yo sabía hasta el orden de los días de la semana cómo él se los sabía, empezando por el Lunes y terminando con el Domingo.
Nunca habló de su familia, se limitaba a hacer su trabajo y yo el mío, total, para repartir botellas de agua por la calle no se necesita saber demasiado. Fueron sólo algunos meses los que compartimos, pero sin duda alguna aprendí bastante de sus costumbres y lenguaje. Pienso que ahora mi deber es compartir lo que aprendí, sé que a muchos les va a interesar la idea de sentir las cosas de otro modo, de que existen otras posibilidades aún no exploradas por nosotros, de que podemos ver el día como día, la noche como noche; que el Miércoles puede colocarse luego del martes y antes del jueves, que el verano puede ser cálido, y que en vez de 6, tengamos 12 meses, 14 si nos da la gana; podemos despertar y darnos cuenta de que todo lo que conocemos ha sido una prefabricación para mantenernos ocupados, hipnotizados dentro de una burbuja con el objetivo de controlarnos, porque quien quita que yo, un distraído como yo, que se olvida por momentos hasta de lo que tiene en frente, pueda despertar del sueño, de la pesadilla quiero decir, que nos han vendido, que nos han forzado a tragar.
Ella se sentó a mi lado y con una sonrisa que dejaba ver su verdadera intención, me saludó con un hola casi susurrado.
—¿Qué calor hace, verdad?
—Sí.
—La verdad es que no tengo mucho tiempo, sólo vine a decirte que te andan buscando, huye lo más lejos y lo más pronto posible.
—¿A mí?, ¿Y eso por qué?
—Tú ya sabes por qué.
Al levantarse y, alejarse con un movimiento que era inevitable el no mirar sus caderas hamaquearse de un lado a otro; dejó su perfume enganchado en el aire, y yo moví un poco la cabeza, tratando de respirarlo con una indescriptible intensidad, sintiendo a cada instante como se me escapaba, como se volvía solamente aire con el tictac de la muerte. La vi entrar en el auto, lanzarme una mirada como de miedo, como de angustia, como de deseo; no sé, es lo de siempre, se confunde uno con las mujeres y esas miradas, que incluso en los momentos más serios no está uno seguro de lo que dicen o no dicen cuando lo miran a uno de esa forma; inútil el tratar de adivinar, de perseguir ese rastro que dejó pintado en la calzada.
A él le parecía tan intrigante el orden de las cosas, las diferencias en las palabras, y el sentido inverso del pasado y el presente; pero a su vez admitía la coherencia y el sentido que traían con sigo el orden de las cosas; pues si bien en su vocabulario existía el futuro, estaba condenado a no poder tocarlo; fue ahí; cuando se dio cuenta que faltaba algo, y que alguien había creado la ilusión de ese algo, de ese intocable algo. Pero las cosas suceden siempre como una rutina programada a la cual simplemente nos adherimos, ahí está, ahí estaba el futuro; saberlo era esclavizarse a lo que de ante mano se sabe que va a ocurrir; pero tener conocimiento, respetarlo, entenderlo profundamente, significa que se sabe que es intocable. —Intentemos entonces— dijo él, —hablemos solamente en tú pasado que es mi presente y en tu presente que es mi pasado—.
Y prosiguió: —Si bien en tu invierno que es mi verano, se dan cita los más cálidos días que son mis noches; quisiera decirte que un día de esos, de los tuyos, salí a caminar sin rumbo, y tú dirías que los rostros no estaban difusos, pero para mí sí, para mí ellos cambiaban de forma, incluso se intercambiaban unos con otros, no podía yo cruzar una calle que no los mirase con sus colmillos, o con alas de murciélago. Caminé toda la calle Duarte hasta llegar al parque, en lo que para ti sería el mes de Orene y para mí el mes de Enero; me senté a mirar las horas pasar, esperando ese futuro que es inexistente en tu pasado, y ya hablando más adentrado en tu idioma, pasó de la manera siguiente: Aquí estaba sentado, aquí miraba todo transcurrir como siempre, aquí encuentro lo que ya me depara la vida, me levanto y empiezo a caminar de nuevo, esta vez con rumbo a una vida a la cual tú ya conoces, a la cual muchos, todos conocían; pero que por alguna pregunta que se balanceaba como ayer se balancean estas palabras entre tu pasado y mi presente; no logro encontrar la respuesta, no lo logro hasta que ya fuera del parque, caminando como ayer, como éste ayer del presente, te encuentro, perdón, te encontré, quise decir.
Pensé en levantarme y caminar, creí incluso haberlo hecho; pero no, aún estoy sentado en el banco, y la mujer aún camina hacia mí, el señor la espera en el auto; mientras ella, se sienta a mi lado, saca una pistola de su bolso y me apunta debajo del brazo; para luego susurrarme al oído: —No te va a doler—. Y tubo razón, yo estaba tan enfocado en él, tan distante o cercano a la realidad, que sólo escuché el grito lejano de alguna señora que presenció lo ocurrido. Sí, lo sé, sé que la pregunta llegará más temprano que tarde.
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