Facturas y otros papeles



VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?
Facturas y otros papeles de Luis Manuel Ledesma
Por Ibeth Guzmán
Ventana, sábabo 18 de Julio del 2009.
Con motivo de la celebración de la pasada Feria Internacional del Libro, Santo Domingo 2009, la Secretaría de Estado de Cultura, a través de la Editora Nacional, publicó “Facturas y otros papeles”, del escritor dominicano residente en Nueva York, Luis Manuel Ledesma.

Este libro atrapa esas palabras y acciones que al lente de la realidad cotidiana le es imposible captar; porque solo a través de los ojos ultrasensibles de un verdadero poeta se pueden ver las cosas que se esconden detrás de una sonrisa a media boca, o una postura de hombros encogidos.

Antologar la estela de frases inaudibles que se dicen detrás las conversaciones entre dos cajeras bancarias, o lo que piensa un empleado cuando adeuda 5 minutos al horario laboral de su compañía, o lo que pasa por la cabeza de una recepcionista cuando su jefe le pasa por el lado sin siquiera voltear la mirada; es la tarea que Luis Manuel Ledesma se ha propuesto al escribir los versos de “Facturas y otros papeles”.

El estilo irónico matizado de un fino humor negro, realza la incuestionable tendencia a la desdicha que, a mediatinta, se lee en los poemas como un trasfondo gris enemigo de la fortuna.

Ledesma no tiene miedo a las palabras, no realiza un concurso de selección para usarlas, las dice de la forma en que las ve, claras, limpias y sencillas, para no perderlas en la esencia de sus virtudes. Hace de la forma una aliada para decir lo quiere sin perder en la magia de lo narrado, la gracia de lo poético.

El ambiente del cual se nutre este poemario es atinadamente cerrado, porque, de otra forma, no fuera posible un contacto tan profundo con el complejo universo que plantea el libro. La materia prima del vuelo poético de estos textos está en la entramada convivencia de personajes desafortunados en espacios pequeños, donde cada movimiento, por ligero que sea, es perfectamente registrable para el grupo.

Esta cercanía involuntaria, sumada a cierto ocio que se cuela en las rutinas laborales de algunas oficinas, sobre todo en las del Estado, dan como resultado climas cargados de hipocresía y mediocridad.

Perfectos para tomar de ellos, pura y cristalina, toda la poesía que producen.

Los personajes, porque aún siendo un poemario, tiene personajes, los usa como un fin en sí mismo, describirlos con la tristeza que arrastran, para desmenuzarlos sin fragmentar el arte triste que los compone.

Viven en casas normales, con hijos normales.

Tienen trabajos normales, donde los horarios “8:00 a. m. a 5:00 p. m. de lunes a viernes”, y los finales de mes, dejan la propia definición del verbo vivir.

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