Ante su tumba-Cuento y entrevista colaborativa-
Ramón Saba
A pesar de que
Fagot pasó toda su vida con el temor de que algún día habría de morir, esta
mañana despertó con la firme decisión de visitar un camposanto cualquiera.
Eligió uno al
azar y fue a él. Ninguno de los elementos de aquel cementerio encajaba con sus
apetencias más íntimas. Cuando no era porque el diseño de una tumba no le
satisfacía, era porque la lápida no comulgaba con sus pensamientos, o las
flores no emanaban un aroma que fuera la esencia de su agrado. En fin, se fue
de allí con la íntima convicción de no haber encontrado la tumba que se
amoldara a sus exigencias o simplemente era su excusa para no aceptar la muerte.
Así de simple
transcurrió la vida de Fagot, permanentemente ataviada de dudas.
De regreso a
casa, mientras conducía su automóvil, pasó el tiempo suficiente para que su
memoria reencontrara los motivos que ayer, a pesar del miedo que sentía por la
muerte, fueran estímulos para visitar un cementerio.
Ayer, al
levantarse, Fagot se percató de que, como cada amanecer, se repetía la misma
escena en la que, tanto su consorte Viola como su suegra Corneta, mantenían ya
la acostumbrada conversación mañanera en la que sólo cabían ellas dos.
Buenos días Viola… Buenos días Corneta… Buenos días Fagot.
Fagot tomó el
periódico que reposaba en el sofá de la sala, se sentó en este y leyó acerca
del asesinato reciente del ciudadano Tímpani, reconocido catedrático de la
universidad local, quien fuera ultimado por unos asaltantes y comentó con sus
acompañantes acerca de esta noticia.
Viola respondió
primero aclarando que ya lo había leído. Corneta en cambio, cuestionó a Viola
si esta se había percatado del especial de pan que se anunciaba en ese mismo
periódico.
Incrédulo
pero acostumbrado a estas acciones, Fagot observó cómo Viola y Corneta
menospreciaron su tema, mientras ellas continuaban conversando, aparte del
especial de pan, también sobre otros especiales.
Al tratar de
analizar por qué su tema era ignorado, no pudo concentrarse en ello porque en
ese preciso instante se incorporó Piano al grupo. Piano es un sobrino suyo que
vive con ellos.
Buenos días tía Viola… Buenos días doña Corneta… Buenos
días tío Fagot…
Buenos días Piano.
Fagot, luego
de saludar a Piano, le preguntó cómo le estaba yendo en sus estudios de
universidad, a lo que Piano respondió “No tan bien como quisiera pero eso ha de
mejorar… A propósito, ¿se enteraron de la inauguración de una nueva discoteca
ubicada en el centro de la ciudad?”
Fagot arribó
a la conclusión de que, en lugar de analizar la conducta de sus parientes, era él quien debería
autoanalizarse. Recostó su cuerpo en el sofá de la sala y, silente, decidió
escuchar las conversaciones que sostenían Viola, Corneta y Piano.
Notó con cuanta
emoción contaba Viola acerca del embarazo de la hija más pequeña de la vecina
de al lado, en cambio Corneta le contestaba indignada porque su amiga Trompeta
tenía tres días que no le telefoneaba para ponerla al tanto de los últimos
acontecimientos sociales y Piano por su parte, mostraba satisfacción porque al
fin había conocido una jovencita que tenía todos los requisitos soñados por él,
sobre todo esa cualidad que en sus propias palabras identificaban la gran
calidad de la joven: “Baila de maravilla”.
Ya para ese
momento, Fagot había llegado a la conclusión de que su mundo era diferente al
de algunos miembros de su familia y necesitaba comprobar si eso también sucedía
con el restante miembro de su clan familiar.
Se levantó en
silencio del sofá para que sus acompañantes no se percataran de su retiro; pero
para extrañeza suya, no sucedió así.
Corneta le
preguntó si iba a salir. Viola, demostrando que la pregunta de Corneta era lo
que realmente sucedería, exhortó a Fagot a que se divirtiera y Piano preguntó
si el desayuno estaba servido.
Fagot intentó
explicar cuál era su intención pero no pasó de abrir la boca cuando Viola
prosiguió su relato del embarazo de la hija de su vecina, en cambio Corneta
cambió la dirección de su diálogo porque en ese instante había descubierto que
en la portada de una revista que le quedaba a su diestra, había una foto de la
nueva reina de belleza nacional vistiendo “un traje de noche que le sentaba a
su piel”, mientras Piano encaminó sus pasos hacia la cocina para responderse a
sí mismo sobre si había o no desayuno preparado.
Cerrando sus
labios con lentitud, Fagot tomó hacia la habitación donde aún dormía Clarín, su
única descendiente, una joven de 19 años de edad, quien profesaba gran afecto
por su padre.
Buenos días
Clarín… ¿Qué hora es, Padre Fagot ?... Son casi las 11 de la mañana, Clarín…
Pues déjame dormir que hoy es sábado.
Aturdido, Fagot
salió de la habitación sin rumbo y sin percatarse de ello, acabó de nuevo en la
sala. Viola lo vio y le manifestó de inmediato: “Tú si volviste pronto” y
Corneta le aclaró “Él no salió, ¿verdad Fagot?”. Notó que Piano estaba en la
cocina preparándose un emparedado y volteó hacia Corneta para responderle pero
ella se le adelantó excusándose porque “me estoy orinando, voy al baño”.
Por fin estaba a
solas con su esposa Viola, para comentarle de nuevo sobre el asesinato del
profesor Tímpani, acaecido recientemente. Ella le manifestó que vio la foto de
su viuda en la prensa y que le había conmovido muchísimo “porque, excúsame
Fagot… Madre Corneta, si necesitas papel avísame para llevártelo”, (esto último
lo grito a plena voz por la distancia que las separaba). Corneta le respondió:
“No te preocupes que hay suficiente, pero si puedes tráeme la revista donde
salió fotografiada la reina para hojearla mientras estoy aquí”. Viola comentó
con Fagot cuan impertinente se ha vuelto Corneta al pasar los años, tomó la
revista, se la llevó y luego se dirigió a la cocina para prepararle un jugo a
Piano para su desayuno y ambos permanecieron allí conversando sobre los
encantos de la nueva pareja del jovencito.
Fagot decidió
consultar su situación con su amigo de infancia Trombón, tomó el teléfono,
recostó su cabeza en el pasamano del sofá y se comunicó con él, a quien
solicitó escuchar lo que le pasaba. Trombón le sugirió que era mejor conversar
personalmente, por lo que lo invitó a pasar por su casa esa misma tarde.
Mientras tanto, Fagot se mantuvo recostado en el viejo sofá, intentando
encontrar explicaciones en su interior a esta situación que se repetía cada
día. En ese mismo mueble se durmió hasta que el recuerdo del compromiso con el
amigo lo despertó.
Fagot y
Trombón se reunieron, como otras tantas veces, para compartir comentarios sobre
cualquier tópico de moda. En este caso, Fagot le contó sobre la situación que
le atormentaba y Trombón de inmediato emitió su veredicto: “Es que tú esperas
que todo el que te rodea sólo le ponga atención a lo que tú dices o quieres”.
Fagot,
decidido a no llevarle la contraria a nadie, aceptó la sentencia de Trombón
para seguir autoanalizando si las causas del dilema eran provocadas por él o
por los demás.
Retornó temprano
a su hogar porque la reunión con su amigo culminó rápidamente, tanto que estimó
como posiblemente correcta la opinión de Trombón.
Al entrar a su
morada se percató que todos habían salido. Estaba sólo de nuevo; pero esta vez
estaba complacido con ello, porque esto le brindaría la oportunidad de meditar
más sobre su situación. Se recostó en el viejo sofá y los debates en su mente
no se hicieron esperar.
Una y otra vez se
enfrentaban en su pensamiento dos posiciones: La que defendía a los demás y la
que le defendía a él.
El
agotamiento le venció y se quedó dormido en el sofá hasta que los primeros
miembros de su familia, Viola y Corneta, llegaron y le despertaron
informándoles que habían estado en casa de la vecina, la madre de la
embarazada, y que esta les habló sobre el caso lamentable del profesor recién
asesinado y como era de suponerse, ante un hecho de tanta trascendencia, el
tiempo se les hizo corto. Tan interesante era el tema que le prometieron
contarle sobre las opiniones de la vecina al respecto; pero que comprendían lo
cansado que Fagot estaba, por lo que era preferible que él se fuera a acostar
en su cama para que pudiera dormir más plácidamente que en aquel viejo sofá y
para no perturbar su sueño, ellas se quedarían en la sala analizando los
detalles en torno al caso del respetable profesor Tímpani.
Asintiendo
con su cabeza, mas no con su conciencia, Fagot tomó hacia su habitación y se
recostó en la cama que no le brindó la comodidad prometida, porque se pasó
largas horas dando vueltas en ella sin poder conciliar el sueño a pesar de que
realmente comprendía que necesitaba dormir.
Durante esas
largas horas de desvelo, escuchaba el susurro de las voces de Viola y Corneta
que se mantenían despiertas conversando. Se levantó sigiloso, posó sus oídos en
la puerta y descubrió que ellas continuaban debatiendo el tema del profesor
asesinado. Volvió a la cama, encendió quedamente el televisor para entretener
su insomnio; pero este artefacto contribuyó a que se quedara dormido.
Y así pasó ese
día, y todos los días anteriores, esos que transcurriendo le aproximaban más a
la muerte, a ese destino inevitable al que tanto le temía y que su soledad le
recordara constantemente; esa soledad que no sabía si era provocada por el
exigente egocentrismo que le endilgaba su amigo Trombón o por la subestimación que
creía recibir de los demás.
Pero el día
tuvo su final en el sueño de Fagot. Allí se vio por vez primera en su propio
entierro. Lo habían vestido con chaqueta y corbata negra, su adusto rostro
mostraba también un ridículo maquillaje, flores rojas y amarillas encima de su
cuerpo postrado en un ataúd de madera finamente labrada, el cortejo fúnebre era
encabezado por Viola y Clarín, mientras que Corneta iba más retrasada en
compañía de su amiga Trompeta comentando sobre la muerte del profesor Tímpani,
Piano y Trombón cargaban dos extremos del féretro, la mayoría de los presentes
llevaban trajes oscuros; pero al llegar al cementerio despertó y no pudo
descubrir cómo era la tumba que sus parientes habían elegido para él.
Fue por ello
que al arribo de este día, Fagot decidió curiosear por entre tumbas, curado
temporalmente de su miedo a la muerte, para averiguar si alguna de esas fosas
pudiera sugerirle cuál sería la que sus parientes estimarían perfecta para su
remanso eterno.
Como no le
satisfizo ninguna, consideró esto como una excusa de su yo interior ante su
miedo a la muerte, por lo que regresó muy contento a su lar; pero al entrar en
este, desde la misma puerta, comprobó que había buscado su tumba en el sitio
equivocado, porque esta estaba allí esperando por su cuerpo, como siempre,
representada por el viejo sofá en el que observaba a los demás seres que compartían su entorno, ese mismo viejo
sofá donde reposan hoy unas radiantes flores rojas y amarillas que los
familiares de Fagot le compararan a Corneta por su cumpleaños y cuyo aroma se
parece tanto a su duelo.
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Ramón Saba, trayectoria literaria de un cazador de palabras
http://dominicanaenmiami.com/?p=8159
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